sábado, 12 de diciembre de 2015

Corbata




Corbata



Atado un nudo en la garganta,
esa es la corbata.
El traje siempre negro.
El luto en el semblante,
pues vivir está cerca de la muerte,
y por gemelos; grilletes,
de maletín la comida,
y,
cómo carcelero,
el tiempo y el dinero.
De jefe, el mundo.
Y en casa, nadie,
nada.
Y es que el esclavo se viste igual siempre,
en la cabeza pelo,
en el pecho huesos,
de vehículo las piernas,
pies por suelas,
y el carcelero,
y su látigo.
Ahora se creen que el sombrero tapa el pelo,
que el traje oculta los huesos,
que las ruedas son piernas,
y zapatos los pies.
Pero el carcelero sigue,
y golpea con dinero.
Atado un nudo en la garganta,
a modo de corbata,
el esclavo sonríe a su jefe.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Sangra





Sangra




Sangra la luna y dice que está viva...
Sangra y dice que muere.
Yo digo que se burla y que se esconde,
y que cuando más cuerpo tiene, 
menos sangra,
y más engaña.

jueves, 22 de octubre de 2015

La Nada




La Nada



Hay un hueco antes de cada cosa.
Un hueco profundo como una fosa abisal;
insondable, oscuro, inaccesible...
Una sima de duda que abarca cada paso,
de cada persona.
Una duda no tangible,
incluso imperceptible.
Una duda que mata la vida,
que trae el mayor de los males,
la desidia.
Como el temor previo al salto,
o la duda en la decisión,
el abismo nos observa  y nos cuestiona.
Un abismo que separa lo que se debe de lo que se quiere.
Y en los débiles puentes que podemos crear,
sobre cuerdas de voluntad,
nos sostenemos en cada encrucijada
de mañana, tarde o noche.
En el camino a seguir
siempre se encuentra su contrario.
Y al final, cruces  al lado que cruces,
sea lo que debes o lo que quieres,
siempre pisas tierra,
y sólo el puente,
la duda,
queda sobre el abismo.
En el quieto paso de la elección,
se encuentra el verdadero fin,
la verdadera poza,
la oscuridad.
Pues sea lo que sea  lo que estés por hacer,
solo al negro pozo de la duda has de temer.
Hay un hueco antes de cada cosa,
la duda,
la Nada.
Y si no decides,
si quedas suspendido en puentes,
en encrucijadas,
también un abismo quedará después.
Camina,
duda,
elige,
sigue caminando.


martes, 29 de septiembre de 2015

Cuento de la nación nómada





Cuento de la nación nómada
relatos teatralizados de Beodo, el Profeta



Nieto: Pero abuelo, ¡estoy cansadísimo!
La-Unua: Y sin embargo, sabes que no podemos parar, ¿no?
Nieto: Bueno...
La-Unua: ¿Lo sabes?
Nieto: No mucho. No atendí demasiado a padre.
La-Unua: Tu padre puede ser un  poco agotador.
Nieto: Y entonces, ¿Por qué no podemos parar?
La-Unua mira a su Nieto mientras lentamente caminan por una infinita e imaginaria ruta alrededor del mundo. Tras un largo vistazo carraspea.
La-Unua: Porque los antiguos, los...Humanos...Nuestros antepasados, nunca supieron cuando debían parar.
Nieto: ¿¡Y por eso nosotros no paramos nunca?!
La-Unua ríe a la par que tose a punto casi de romper su anciano cuerpo.
Nieto: ¡No te rías abuelo! ¡Eso es una tontería!
La-Unua  casi detiene su paso mirando con seriedad a su nieto.
La-Unua: ¿Tontería? ¡¿Cómo te atreves a hablar así a tu abuelo y mayor en la tribu?
Nieto: (Dándose cuenta del error) ¡Lo siento!
La-Unua: ¿Qué ocurriría si me detuviese para darte tu merecido y me anclase en el mismo lugar de hace ya unos segundos?
Nieto: Perdón abuelo.
La-Unua: (Riendo) Afortunadamente para ti no puedo pararme, debo seguir...¡Debemos seguir!
Nieto: ¿Pero entonces..?
La-Unua: Como ya te he dicho, los hombres nunca supieron cuando debían parar, ni cuando no debían parar. Cuando lograban algo nimio se estancaban siglos, pasó con eso llamado religión, y con mucho más. Y sin embargo cuando lograban algo importante, lo pasaban por alto. Sin embargo fue su incapacidad de parar lo que siempre les costó más cara.
Nieto: (Con incredulidad) ¿Y por eso nosotros no paramos?
La-Unua: Exactamente.
Nieto: (Derrotado) No lo entiendo.
La-Unua: ¿Acaso tu sabrías decirme cuando debo seguir o parar? o tú, ¿sabrías siempre cuando debes parar o seguir?
Nieto guarda silencio y piensa.
La-Unua: Difícilmente creo que lo supieses. Si así fuera, mi nieto sería aún más sabio de lo que ya es, y no es así. Eres listo, pero nadie sabe cuándo  es hora de seguir caminando con exactitud. Y caminar por caminar conduce a lo que condujo a los humanos...
Nieto: Creo que lo entiendo.
La-Unua mira expectante a su nieto.
Nieto: Caminamos sin parar jamás para no ser como los humanos.
La-Unua: ¿Acaso querrías ser como ellos? Destruir lo que amas y te da la vida por una simple hambre de más, por no saber parar.
Nieto: No. Pero...
La-Unua: ¿Pero..?
Nieto: ¿Por qué no detenernos?
La-Unua: (Sorprendido) ¿Detenernos?
Nieto: Sí.
La-Unua: (Con melancolía) Porque desgraciadamente, tampoco podemos ser árboles.
Nieto: ¿Árboles? ¿Qué es eso?
La-Unua: ¿Acaso tú podrías detenerte?
Nieto: ¡Claro que sí!
Nieto está a punto de pararse pero La-Unua lo agarra del brazo y lo hace moverse.
La-Unua: ¡No te detengas!
Nieto: (Enfadado) ¿Por qué no? ¡Me haces daño abuelo!
La-Unua: ¡No entiendes lo que haces!
La-Unua suelta a su nieto y caminan muy despacio juntos.
La-Unua: Se que sabrías detenerte, sin duda. Pero, ¿acaso sabrías cuando es el momento de seguir? Y si lo supieses esta vez, ¿lo sabrías también la próxima vez que te detuvieses? ¡Porque habría otra seguro! Y entonces, si parases y siguieses cuando decidieses, cuando quisieses, ¿en qué te diferenciarías de los humanos?
Nieto mira con miedo y traga saliva.
La-Unua: Te quedarías en un lugar, algún día, te quedarías con un lugar. Y sería tu lugar. Y más adelante solo tuyo y de nadie más. Para siempre, hasta que deseases otro lugar en el que quedarte y hacerlo tuyo...Pero nada es tuyo, ni lo fue de los humanos.
Nieto: Creo que lo entiendo.
La-Unua: Más te vale, porque ni vas a parar, ni te voy a dejar que lo hagas...¡No seremos como los humanos! No pararemos hoy, no pararemos mañana y no pararemos nunca de andar porque, nieto mío, esa es  la mejor manera de saber cuándo parar; Nunca.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Como dos gotas de agua




Como dos gotas de agua



Cocinando saltó aceite en mi mano.
Y,
mientras me echaba agua,
recordé,
la comisura baja de tus labios,
cuando al cocinar el aceite te salpicaba.
Y mientras lágrima y risa venían a mi cara,
mientras carcajada y llanto se juntaban en mí,
como una máscara breve que pasase por mi rostro.
Mientras demudaba mi faz pensando en cuanto te añoraba,
pensé en cuanto de ti tengo en mi.
Y que al tenerme, aún te tengo.
Pues somos la suma,
el conjunto,
de lo que los que nos quieren,
o quisieron,
nos dieron.
Y mientras al quemarme me quejo,
como tú te quemaste entonces,
nos veo,
con el ojo del recuerdo.
Y aunque no somos iguales,
como dos gotas de agua,
por desgracia para mí;
Sí que puedo decir
que a veces,
al menos cuando me duele,
sí que somos iguales,
como dos gotas de aceite.

Donde el viento sople




Donde el viento sople



La inocencia recuerda su tiempo.
Y se escapa,
en labios desprevenidos,
un suspiro de alivio.
De todos modos el viento sopla.
Y en la calma chicha del continuo paso del tiempo,
las olas,
apenas rompen.
Recuérdanos caminando por la acera,
teniendo cuidado de no herir a los demás.
Ahora la sangre se templa y nos toca calzada.
Y desde el suelo gris de la edad,
desde la hoguera de la juventud,
oímos,
que la marea sigue cambiando y,
que el viento,
allá donde esté,
sigue soplando.
Sin necesitar a alguien que agarrarnos,
nos aferramos a la falda de nuestro pantalón,
y desde el suelo nos dejamos caer hacia el cielo.
Caer hacia arriba,
donde, aunque no recordemos,
el viento aún aúlla,
y el cielo,
aún cambia de color.
Donde ser joven y viejo es lo mismo,
donde la tierra y el mar son caminos,
y donde el viento,
a modo de sangre en herida abierta,
sigue fluyendo.
De caídas y vuelos es nuestro camino.
Y allá donde caminemos,
donde nuestros pasos nos guíen,
o nuestra caída nos deje,
lo recordemos o no,
el viento seguirá soplando.

domingo, 2 de agosto de 2015

Nunca estaremos solos




Nunca estaremos solos



Plomo en el cielo para recibir mañanas grises.
¡Qué largo es el camino hacia la soledad!
Y al fondo, tras pasar los edificios, justo enfrente de la playa,
al lado contrario de donde vivimos...
Cerca de donde me criaste y bese a la vida.
Más allá del plomo del cielo.
Más allá del rumor del mar.
¿Qué importa? ¿Qué más da?
Si ayer,
mañana y hoy,
al bajar a la calle,
mil manos amigas cogieron mis brazos para no caer.
¿Qué más da?
Si allí donde los sueños se mezclan con el fin,
también lo hace el cielo con el mar,
y el plomo con las nubes.
Nunca se caminó en soledad,
pues sólo solo,
cae el poeta al hoyo.
Sólo solo se está cuando se deja de andar.
Dame la mano amigo perdido,
dame la mano hermano.
Dame los brazos compañera,
déjame ayudarte amor.
Pues no estás solo,
ni solo estoy yo.
Y en lo gris de la cima del fondo del mundo,
en lo negro del hoyo,
antes de caer,
antes de dejar de ser.
Como estuvieron tus manos en las mías,
mis brazos estarán para ti.
Pues no estás solo,
ni lo estarás,
hasta que detengas para siempre tu andar.
Plomo en el cielo para recibir mañanas grises,
y,
en silencio,
cada mañana,
mil manos de amor para ayudarte a volar.

miércoles, 22 de julio de 2015

Hoy puede ser un gran día




Hoy puede ser un gran día



Hoy consumí el café amargo de la desesperanza,
cargadito de la sal del dolor a modo de dulce azúcar.
Hoy levante a sabiendas de no ser nadie.
A sabiendas de ser capaz de nada.
En los sobrecitos de fracaso del cada día,
yo hoy tomé doble ración.
En la desidia,
en la pena y,
 en el desgaste encontré los mejores ropajes.
Me desperté con el claro pensamiento de que el mundo,
puede devorarme,
de que soy una hormiga bajo una gigantesca suela,
de ser miga de pan de camino perdido.
Y en acordes de músicas ajenas,
en palabras de poetas lejanos,
en soledades de café sin motivo,
yo,
solitario soñador,
encuentro deseos de no ser.
Pues sin ser no fallo,
y al ser fracaso.
Pues cuando no soy no pierdo,
y a querer ser yo, ganar es imposible.
En los sobrecitos de fracaso del cada día,
en mi dosis del día,
en mi parte,
yo hoy me llevé doble ración.
En mi menú de derrotado,
en mi almuerzo de derrota,
yo,
encuentro sueños de ganador,
de tratar de ser mejor,
sin ser consciente de que,
en esa carrera solo corro siendo el peor.
Así pues,
con el desayuno de los perdedores,
ataviado con mi pijama de inútil,
y,
con mi doble razón de pesimismo en el café,
despierto días como hoy.
Y,
en los sobrecitos de fracaso del cada día,
yo leo sin letras:
"Hoy puede ser un gran día".