viernes, 5 de septiembre de 2014

No hoy




No hoy



Arremeter a la mañana contra almohada y persiana.
Yo, que me equivoco a cada rato,
acierto en que será un nuevo día igual.
Me pienso vestido y haciendo,
y me encuentro sentado y pensando.
Hoy tampoco será el día del saco con el símbolo de dólar,
ni me sentiré Caín,
ni me creeré Abel.
No,
hoy no cambié el mundo,
ni solucioné el hambre.
No,
hoy no hice leyenda de la noche al día,
ni arreglé la tierra del día a la noche.
Hoy tampoco fue el último día que vi lo de siempre,
no.
Y pasa el sol, como siempre,
mientras, yo,
me cuelgo el cartel de "busco descarrilamiento" al cuello,
y me dispongo a pensarme sentado,
tumbado en el hoy,
en pos del mañana.
Y doy vueltas dormido con los ojos abiertos,
en un sueño obligado,
lejos de la realidad real,
dentro muy dentro de mí,
en el lugar donde tampoco cambié el mundo,
pero sí el mundo me cambió a mí.
Y encuentro agazapado a un pequeño niño triste que,
ese día,
sí logró cambiar el mundo,
y sí logró frenar el hambre.
Un niño a modo de Dr. Manhattan que llora,
que no cesa de castigarse como suplicante.
Pues el niño prisionero a modo de Segismundo,
sueña con ser,
y no es.
Y cada mañana,
en el ristre contra almohada y persiana,
en mi anagnórisis personal,
como Edipo,
descubriendo que no soy quien creo ser.
Deseando gritar al mundo que yo también soy Edmundo Dantés,
descubro sin embargo,
al amanecer,
que ayer fue como mañana,
y que no,
hoy no logré cambiar el mundo.


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