martes, 1 de mayo de 2012

Ser no pesado




Ser no pesado







Ser no pesado, ingrávido, liviano, e incluso volátil.
He tirado la última atadura qué me impedía volar, ahora soy como un globo de helio con un poco más de conciencia, no mucho.
Llevo flotando un tiempo aquí arriba y, la verdad hay buena vista, pero me aburro un rato…
¿Qué estarán haciendo ahí abajo? ¿Otra pelea? ¿Otro conflicto cargado de ocio?
Antes me ha pasado rondando un estornino; me ha mirado, lo he mirado, y en ese momento me he preguntado; “¿Cómo narices sé qué es un estornino?”. Él, el estornino, con cara de pájaro ( es decir cómo suelen ser las caras de pájaro) me ha mirado, creo, con un atisbo de incredulidad, imagino qué se preguntaría de qué especie de rapaz me trataba, pobre, si supiese que de rapaz tengo poco no se hubiera ido tan rápido.
He atravesado como cincuenta nubes, y nada, de blanditas y esponjosas nada. Húmedas y ruidosas como mucho, quizá cuando pase por una de tormenta sea todo mucho más entretenido. Mientras tanto el sol sigue dándome cogotazos en la nuca, pero mejor en la nuca que en los ojos. Cuando uno está flotando el sol pica mucho más, está más cerca. Es cierto que uno está por así decirlo más iluminado, pero también hace más calor y uno ve con tanta claridad que los ojos molestan…Me vendrían bien unas gafas de sol, seguro que abajo, a ras de suelo hay muchas para mí, pero aquí arriba, levitando y viéndolo todo desde tan alto unas gafas de sol por ínfimas que sean parecen tan inalcanzables.
Paso por otra nube…Igual de interesante que las anteriores.
A lo lejos pasa una bandada de “algos”, es decir soy ingrávido, no pesado, pero no soy ornitólogo. Hacen un ruido muy extraño, parece un graznido alargado o algo así, los imito, más fuerte, más…No me hacen ni puto caso. ¡Estúpidos pajarracos!
Otra nube de las narices…
He pasado sobrevolando una ciudad con un parque grande, debe ser por el sur de España o el centro, o incluso en Portugal, ni idea la verdad, las fronteras y la geografía son complicadas de discernir desde aquí rodeado de “alegres nubecillas”, seguro que donde sea que están ahí abajo, beben cerveza y charlan de algo ameno, más ameno que las nubes y flotar.
Vale. Quiero bajar.
Se está haciendo de noche y aquí arriba tan sólo hace un frío que pela. Además, el airecillo que sopla mientras uno avanza pseudo-volando hace que la sensación de congelación que empiezo a tener sea un poco mayor. Ahora sí que echo de menos el sol. Todo el día dando la brasa y cuando hace falta por la noche va y se larga al otro lado del mundo, ¡Nunca estás cuando se te necesita!
Estoy tiritando y se me caen los mocos, pero sigo ingrávido, aquí arriba, aunque esto de estar tan alejado, tan carente de peso y de pies sobre suelo empieza a tocarme las “campanas al vuelo”. Echo de menos al estornino, al menos él sabía donde iba y, aunque no puede, sé que si estuviese aquí me dedicaría unas palabras… ¡Bueno! Hay que mirar el lado positivo; las estrellas y la luna están preciosas desde tan arriba, desde tan cerca, aunque tras cuatro horas mirándolas se hacen un tanto repetitivas.
Definitivamente quiero bajar.
Grito pidiendo ayuda, nada. Soplo para deshincharme y bajar lentamente, nada. Me pongo boca abajo, me giro, doy vueltas, nada de nada. Llamo al estornino con todas mis fuerzas para que venga a picotearme y me haga bajar, nada…
Nubes de noche y, pronto, de día y de nuevo sol en el cogote.
Una de esas nubes parece de tormenta, quizá pueda alcanzarla y bajar como un rayo al suelo. Si flotar es complicado, flotar rápido lo es aún más, pero, aun así, floto rápido hacia la nube. Recuerdo las palabras de ánimo del estornino, las que me hubiera dicho si pudiese hablar claro, las recuerdo y avanzo todo lo rápido qué puedo, es decir, despacio.
Por fin llego a la nube y, tras mojarme un poco y unos cuantos estornudos, por fin un relámpago nace, lo abrazo, y en un destello me estrello contra el suelo todo chamuscado, en un gran pozo, deshinchado por fin.
El viaje sin peso ha sido largo, aburrido y cansado, ahora no necesito flotar de nuevo. Por ahora me quedaré incrustado en el pozo, descansando y levemente quemado. Sin duda, la próxima vez me lo pensaré dos veces antes de soltar todas las ataduras, de librarme de todo el lastre y decidir flotar olvidando el peso y la gravedad. Sin duda, la próxima vez que vuele, volaré a ras de suelo, para que no tenga que atravesar más nubes ni ver las cosas ni tan ínfimas ni desde tan lejos, sin duda, la próxima vez qué vuele sabré hablar “estornino”, sin duda, la próxima vez volaré siendo algo pesado.

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