martes, 29 de septiembre de 2015

Cuento de la nación nómada





Cuento de la nación nómada
relatos teatralizados de Beodo, el Profeta



Nieto: Pero abuelo, ¡estoy cansadísimo!
La-Unua: Y sin embargo, sabes que no podemos parar, ¿no?
Nieto: Bueno...
La-Unua: ¿Lo sabes?
Nieto: No mucho. No atendí demasiado a padre.
La-Unua: Tu padre puede ser un  poco agotador.
Nieto: Y entonces, ¿Por qué no podemos parar?
La-Unua mira a su Nieto mientras lentamente caminan por una infinita e imaginaria ruta alrededor del mundo. Tras un largo vistazo carraspea.
La-Unua: Porque los antiguos, los...Humanos...Nuestros antepasados, nunca supieron cuando debían parar.
Nieto: ¿¡Y por eso nosotros no paramos nunca?!
La-Unua ríe a la par que tose a punto casi de romper su anciano cuerpo.
Nieto: ¡No te rías abuelo! ¡Eso es una tontería!
La-Unua  casi detiene su paso mirando con seriedad a su nieto.
La-Unua: ¿Tontería? ¡¿Cómo te atreves a hablar así a tu abuelo y mayor en la tribu?
Nieto: (Dándose cuenta del error) ¡Lo siento!
La-Unua: ¿Qué ocurriría si me detuviese para darte tu merecido y me anclase en el mismo lugar de hace ya unos segundos?
Nieto: Perdón abuelo.
La-Unua: (Riendo) Afortunadamente para ti no puedo pararme, debo seguir...¡Debemos seguir!
Nieto: ¿Pero entonces..?
La-Unua: Como ya te he dicho, los hombres nunca supieron cuando debían parar, ni cuando no debían parar. Cuando lograban algo nimio se estancaban siglos, pasó con eso llamado religión, y con mucho más. Y sin embargo cuando lograban algo importante, lo pasaban por alto. Sin embargo fue su incapacidad de parar lo que siempre les costó más cara.
Nieto: (Con incredulidad) ¿Y por eso nosotros no paramos?
La-Unua: Exactamente.
Nieto: (Derrotado) No lo entiendo.
La-Unua: ¿Acaso tu sabrías decirme cuando debo seguir o parar? o tú, ¿sabrías siempre cuando debes parar o seguir?
Nieto guarda silencio y piensa.
La-Unua: Difícilmente creo que lo supieses. Si así fuera, mi nieto sería aún más sabio de lo que ya es, y no es así. Eres listo, pero nadie sabe cuándo  es hora de seguir caminando con exactitud. Y caminar por caminar conduce a lo que condujo a los humanos...
Nieto: Creo que lo entiendo.
La-Unua mira expectante a su nieto.
Nieto: Caminamos sin parar jamás para no ser como los humanos.
La-Unua: ¿Acaso querrías ser como ellos? Destruir lo que amas y te da la vida por una simple hambre de más, por no saber parar.
Nieto: No. Pero...
La-Unua: ¿Pero..?
Nieto: ¿Por qué no detenernos?
La-Unua: (Sorprendido) ¿Detenernos?
Nieto: Sí.
La-Unua: (Con melancolía) Porque desgraciadamente, tampoco podemos ser árboles.
Nieto: ¿Árboles? ¿Qué es eso?
La-Unua: ¿Acaso tú podrías detenerte?
Nieto: ¡Claro que sí!
Nieto está a punto de pararse pero La-Unua lo agarra del brazo y lo hace moverse.
La-Unua: ¡No te detengas!
Nieto: (Enfadado) ¿Por qué no? ¡Me haces daño abuelo!
La-Unua: ¡No entiendes lo que haces!
La-Unua suelta a su nieto y caminan muy despacio juntos.
La-Unua: Se que sabrías detenerte, sin duda. Pero, ¿acaso sabrías cuando es el momento de seguir? Y si lo supieses esta vez, ¿lo sabrías también la próxima vez que te detuvieses? ¡Porque habría otra seguro! Y entonces, si parases y siguieses cuando decidieses, cuando quisieses, ¿en qué te diferenciarías de los humanos?
Nieto mira con miedo y traga saliva.
La-Unua: Te quedarías en un lugar, algún día, te quedarías con un lugar. Y sería tu lugar. Y más adelante solo tuyo y de nadie más. Para siempre, hasta que deseases otro lugar en el que quedarte y hacerlo tuyo...Pero nada es tuyo, ni lo fue de los humanos.
Nieto: Creo que lo entiendo.
La-Unua: Más te vale, porque ni vas a parar, ni te voy a dejar que lo hagas...¡No seremos como los humanos! No pararemos hoy, no pararemos mañana y no pararemos nunca de andar porque, nieto mío, esa es  la mejor manera de saber cuándo parar; Nunca.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Como dos gotas de agua




Como dos gotas de agua



Cocinando saltó aceite en mi mano.
Y,
mientras me echaba agua,
recordé,
la comisura baja de tus labios,
cuando al cocinar el aceite te salpicaba.
Y mientras lágrima y risa venían a mi cara,
mientras carcajada y llanto se juntaban en mí,
como una máscara breve que pasase por mi rostro.
Mientras demudaba mi faz pensando en cuanto te añoraba,
pensé en cuanto de ti tengo en mi.
Y que al tenerme, aún te tengo.
Pues somos la suma,
el conjunto,
de lo que los que nos quieren,
o quisieron,
nos dieron.
Y mientras al quemarme me quejo,
como tú te quemaste entonces,
nos veo,
con el ojo del recuerdo.
Y aunque no somos iguales,
como dos gotas de agua,
por desgracia para mí;
Sí que puedo decir
que a veces,
al menos cuando me duele,
sí que somos iguales,
como dos gotas de aceite.

Donde el viento sople




Donde el viento sople



La inocencia recuerda su tiempo.
Y se escapa,
en labios desprevenidos,
un suspiro de alivio.
De todos modos el viento sopla.
Y en la calma chicha del continuo paso del tiempo,
las olas,
apenas rompen.
Recuérdanos caminando por la acera,
teniendo cuidado de no herir a los demás.
Ahora la sangre se templa y nos toca calzada.
Y desde el suelo gris de la edad,
desde la hoguera de la juventud,
oímos,
que la marea sigue cambiando y,
que el viento,
allá donde esté,
sigue soplando.
Sin necesitar a alguien que agarrarnos,
nos aferramos a la falda de nuestro pantalón,
y desde el suelo nos dejamos caer hacia el cielo.
Caer hacia arriba,
donde, aunque no recordemos,
el viento aún aúlla,
y el cielo,
aún cambia de color.
Donde ser joven y viejo es lo mismo,
donde la tierra y el mar son caminos,
y donde el viento,
a modo de sangre en herida abierta,
sigue fluyendo.
De caídas y vuelos es nuestro camino.
Y allá donde caminemos,
donde nuestros pasos nos guíen,
o nuestra caída nos deje,
lo recordemos o no,
el viento seguirá soplando.