miércoles, 10 de septiembre de 2014

La amenaza de Prometeo






La amenaza de Prometeo



I.
Me despido, ¡Negra noche de voraces fauces!
Día, a ti, en mi descanso eterno,
te invoco en mi palabra final.
¡Oh día!, cuando tu ánimo despuntes,
cuando tu asomes, ¡oh!, Disco eterno,
y el águila, en su vuelo trivial,
acuda presta a devorar mi hígado;
su dulce manjar.
Cual castigo sellado en mi hado,
de modo que es imposible escapar...
II.
¡Ese día!,
como ningún otro día,
cubierto de muerte el mundo estará.
Pues, el fuego robado,
por el hombre mal empleado,
en su fin se convertirá.
III.
Y yo,
Prometeo;
atrapado,
vejado,
y duramente castigado.
¡Yo!
Que fui la luz de los hombres,
como sus falsos profetas,
yo,
cobrare mis rehenes;
a soberbios y ascetas,
entre hombres y mujeres,
entre bosques, y paredes.
Y dejaré a sus hijos ver arder a sus padres,
Y dejaré a sus padres ver arder sus ciudades,
hasta que la luz de mi fuego,
y el odio que guardé hasta luego,
deje solo ceniza en aquellos lugares.
IV.
Pues yo,
el liberado Prometeo,
algún día sin castigo eterno,
volveré a robar el fuego.
Y,
la luz que un día os brindé
haré que la tierra la trague.
Y,
la sabiduría que un día os di,
volveré a robarla para mí.



No hay comentarios:

Publicar un comentario