domingo, 28 de septiembre de 2014

La despedida de Hermes





La despedida de Hermes



I.
Veras,                                    
¡Oh, infame titán!,                  
mis pies posarse del vuelo antes que mis palabras.             
Siempre fue así,                     
siempre así creí llegar a ti.    
Pero observarás,
que entre despojos humanos que se ahúman, 
apenas estoy en píe ante ti,    
musitando ayuda mientras ladras.      
Pues tú, ¡perro encadenado!  
Atrapado durante milenios    
no ves más allá de tu lado.    
Si abrieses bien los ojos,      
percibirías que;                                 
La fe se marchita,                  
y padre,                                 
se pudre.                                
Así como lo hacen mis alas,              
ya apenas desplegadas.                     
Y mientras el fuego humano crepita, 
nuestra divina luz,
se debilita...               
II.
¡Pero tú!         
Mísero y elevado rufián.       
¡Tú!,               
robaste el fuego,        
y por ello perduras.   
Tú,                 
que quebraste del águila las alas.      
¡Y yo! Entonces ciego.                      
¿¡Cómo considerar al hombre digno enemigo?!        
Tú observabas con tus rebeldes ojos.
Mientras Hefesto y yo cerrábamos tus cerrojos...
Yo...               
Que me burlé de ti.                
Tu,                 
que me amenazaste a mí.                   
¡Qué trataste de destruirme con un simple ademán!...
A mí, un dios.
Y yo que te traté de perro en vez de titán.     
III.   
¡A ti, el sumamente diestro y mordaz!                                              
A ti te dije,
como ahora te digo:
rinde tus palabras,
suplica clemencia.
Guarda tu orgullo con Padre,
arrástrate ante Él,
no peques de nuevo de demencia.
Muestra honda pena,
y libérate así de tus cadenas.
Suplica,
implora,
libera tus cadenas ahora,
pues del fin se acerca la hora.
Tú,
poderoso titán,
enemigo otrora,
quedarás solo,
en el fin de todo,
encadenado al hombre,
atrapado en la roca,
abandonado.
Pues la era de Dioses,
mitos,
magias y titanes,
llega a su fin,
y tú,
sin perdón quedarás aquí.
IV.
Pero te brindo la última opción,
ríndete ante Padre,
no dejes que sea tarde,
devuelve el fuego robado,
y del Olimpo,
ya no serás odiado.
Devuelve la llama,
líbranos así de este drama.
¿Acaso no ves que harán de ti lo mismo que de mí?
No ves tu destino fatal,
a manos de un simple mortal.
¡No ves que sin el fuego,
no habrá un Olimpo luego!
No ves, ¡oh, Prometeo!,
que ya no vuelo,
y que te suplico a ras de suelo.
No ves, ¡oh, Prometeo!
Que cuando diste el fuego a los humanos,
inmediatamente se les escapó de las manos.
V.
Y ahora es el fin,
y yo,
de nuevo junto a ti,
no te amenazo,
si no que te aviso,
suplico,
y tiendo el brazo.
Devuelve,
antiguo enemigo,
la vista a tu padre,
a tu amigo.
Devuelve,
viejo titán,
la llama,
a quienes esperanza te dan.
Y si en error garrafal,
la llama a los hombres les quieres dejar,
tú sabrás,
Prometeo,
que ahí acabarás.
Y en sus manos,
sucumbirás ante humanos.
Yo, lejos de luchar,
si el fuego no me das,
desplegaré, si puedo, las alas,
y te dejaré,
marcharé,
dejándote desencadenado,
pero en la tierra, por siempre atrapado.
Y ahí de cadenas despojado,
en desamparo divino total,
te enfrentarás desolado,
a tu amargo y mortal final.


Helecho




Helecho



Caminar de mañana buscando el siguiente día.
Vivir con vistas al futuro y a cinco minutos andando del pasado.
Andar, recorrer, avanzar...
Y dejar pequeñas mijitas de pan para saber volver.
¡Y hacer!
Hacer mucho, para evitar parar de andar,
para evitar yacer.
Desidia a cada esquina y la sensación,
de que ahora es por mi y no por nadie.
¡Por mí!
Por mi dejo de avanzar,
me planto.
Avanzar cansa,
duele,
merma,
mata.
Llamadme Livingstone,
llamadme Magallanes,
pero en vez de costas,
buscar panes.
Clavarse,
cual piqueta,
cual bandera en la luna.
Quedarse quieto,
como un helecho,
como una roca en el camino,
como pez en estanque...
Muy lejos de abandonar el ecosistema.
Llamadlo círculo de seguridad,
llamadlo cobardía,
llamadlo hogar.
Yo no lo llamaré,
ni lo pensaré,
me plantaré,
y esperaré a que el día aclare.
Mañana buscaré mañana,
hoy me quedo donde estoy.


jueves, 25 de septiembre de 2014

Un Consejo




Un consejo


Nace con fuerza.
Nace con inteligencia.
Nace con destreza y habilidad.
Nace con ojos azules o negros.
Nace con talento o sin él.
Nace con suerte o desgraciado.
Nace… Nace y crece.
Nace con un destino y ríndete a él.
Hazme caso y sigue tu estrella.
Hazme caso y sé lo que debes ser.
O ignórame y crea tu destino.
Crea tu estrella, crea tu camino.
Entrena, mejora, trabaja…
Hazte fuerte.
Lee, aprende y estudia.
Desarrolla tu inteligencia,
lucha, corre y serás diestro y hábil.
Mira tus ojos y olvida el color,
mira dentro de ellos, mira profundamente y verás la verdad.
Crea tu talento, fabrica tu propia suerte.
Crece, madura, crece más…
Crea tu estrella, crea tu destino.
No permitas que nada ni nadie lo cambie.
No permitas que te digan quién eres.
No permitas que te digan qué puedes hacer.
Crece, aprende…
Sé fuerte, sé listo, sé diestro, sé hábil…
Sé tú mismo.
Crece, aprende…
Crea tu estrella, crea tu destino…
Cree en tus posibilidades, cree en tus ojos, cree en tu suerte…
Cree en ti.
No me hagas caso.
No te rindas, lucha.
No asumas, aprende.
No seas lo que debes ser, sé algo más.
Puedes hacerlo, puedes lograrlo y puedes ser más. Lo eres.
Nadie es nada hasta que demuestra lo contrario,
nadie es nada hasta que no hace algo.
Haz lo que quieras, sigue tu camino,
crea tu estrella, crea tu destino, decide.
Sé fuerte, sé listo, sé diestro, sé hábil…
Sé tú mismo.


domingo, 21 de septiembre de 2014

El Lamento de Hefesto




El Lamento de Hefesto



Honda cadena de severo yugo.
Ardiente condena de rubíes.
Hermano, ¡amigo! Titán de ilustre abolengo.
Sufres lo infinito sin poder caer a tus pies.
Y, la horca que cubre tu cuello,
esmaltada en tu sangre,
clavada en la roca...
La correa que se ciñe bajo tu vello,
atada para evitar que el Olimpo peligre,
yo la ceñí, mientras callaba la boca.
¡Y Zeus!
¡Oh, Zeus!
Él,
cruel,
¡Él me obligó!,
A atarte sangre de mi sangre,
en esta cárcel,
a ti, hermano, me empujó.
¡Y Zeus!
¡Oh, Zeus!
Señor vil de nuestros destinos,
entre rayos y truenos,
entre fuegos e infiernos,
cruzó nuestros caminos.
Lo siento, Prometeo.
Lo siento, buen amigo.
Pues déjote encadenado y sin abrigo.
Y, quizá sea esta la última vez que te veo...
Ojalá los hados cambien tu destino,
y de la piedra,
un día dejes tu castigo,
para así, envolver a Zeus en tu ira como hiedra.
¡Adiós, buen Titán!
¡Adiós, Titán rebelde!
Algún día las cadenas que te di,
se volverán contra mí,
servidas en bandeja,
como propia penitencia.
Mientras tanto...
Que sea tu conciencia,
la que de tu dolor te proteja.
¡El mundo perdone mi cometido!
Adiós... ¡Hermano caído!


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Baile





Baile



¡Eh¡ Es aconsejable acompañar.
Quizá un poco de música electrónica no le venga mal...
Y mientras empieza a sonar,
te prescribo la sonrisa en la cara.
...
¡Ah!
"Bombo clap" de fondo.
Suave balanceo de las caderas, y ¡Sí!,
este tema de verdad me gusta.
...
Pie.
Pie.
Pausa.
Cadera, cadera y un leve girito de pie.
Mano a la cabeza y música...
¡Más música!
Pie.
Pie.
Brazos, mano.
Mano.
Y... Cadera de nuevo,
¡ahí voy!,
Sigue subiendo la música.
Rompe y...
Pie, pie.
Pierna, rodilla.
Pie. Mano.
Cadera. Cadera.
Repito.
Un giro,
dos.
Quieto.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

La amenaza de Prometeo






La amenaza de Prometeo



I.
Me despido, ¡Negra noche de voraces fauces!
Día, a ti, en mi descanso eterno,
te invoco en mi palabra final.
¡Oh día!, cuando tu ánimo despuntes,
cuando tu asomes, ¡oh!, Disco eterno,
y el águila, en su vuelo trivial,
acuda presta a devorar mi hígado;
su dulce manjar.
Cual castigo sellado en mi hado,
de modo que es imposible escapar...
II.
¡Ese día!,
como ningún otro día,
cubierto de muerte el mundo estará.
Pues, el fuego robado,
por el hombre mal empleado,
en su fin se convertirá.
III.
Y yo,
Prometeo;
atrapado,
vejado,
y duramente castigado.
¡Yo!
Que fui la luz de los hombres,
como sus falsos profetas,
yo,
cobrare mis rehenes;
a soberbios y ascetas,
entre hombres y mujeres,
entre bosques, y paredes.
Y dejaré a sus hijos ver arder a sus padres,
Y dejaré a sus padres ver arder sus ciudades,
hasta que la luz de mi fuego,
y el odio que guardé hasta luego,
deje solo ceniza en aquellos lugares.
IV.
Pues yo,
el liberado Prometeo,
algún día sin castigo eterno,
volveré a robar el fuego.
Y,
la luz que un día os brindé
haré que la tierra la trague.
Y,
la sabiduría que un día os di,
volveré a robarla para mí.