Restos de gravilla
Un baile de sombras inclinadas como un reloj de sol.
Plasmadas ondulantes sobre el techo de la
habitación,
mientras que el humo,
danza con ellas.
Pensamientos se resbalan sobre restos de gravilla.
Jazz,
o algo similar
en el escritorio.
Y restos de algún despojo humano sobre la cama,
cavilando,
oteando entre hebras de pensamientos,
sumido en sumirse.
En deslizarse por el sumidero.
Con cuentagotas de sangre en los ojos,
y un punto de cruz hecho en el pecho.
Con pedacitos de ingenio dando patadas a trocitos de
magia.
Con teclas clavadas en los dedos,
buscando entre rimas y ausencias,
verdades y adornos,
palabras precisas.
Con una niebla permanente,
y las sombras girando sobre sí mismas.
La cuchara tocó fondo largo ha,
y el poso del vaso alcanzó el cero absoluto.
Los pocos renglones escritos se alinearon con las
sombras del techo.
"¡Dar vueltas por el interior de un cerebro no
tiene nada de paseo!"
Pasear por el pensamiento,
encontrando estanterías invisibles e inservibles,
a toque de ratón.
En pos de más,
la música cambia,
la música cambia,
la idea prosigue mientras que,
el cigarro se convierte en el siguiente.
Y el café se rellena casi por arte de magia.
Y la materia gris pega un vuelco sobre sí misma y te
dice "¡Tonto!".
Nunca di clases de baile para marearme de esta
manera,
pero caigo como un paracaidista,
cuando encuentro lo que busco.
Como encontrar una frase en primera persona en mitad
de divagaciones.
Y da paso a un yo,
a lo que pasó,
al camino seguido,
y se encuentra que,
en el proceso,
en lo pasado,
en lo pensado,
ahí,
están los detalles.
"¡Esa es la clave!" dice una tercera voz
en mi cabeza,
seguramente,
la voz de alguien a la espera,
cansado de lo que tardo en llegar a la idea.
La clave, el quid de la cuestión,
el proceso,
las minucias abandonadas en cajones sucios pero
invisibles,
en estanterías intangibles y bibliotecas mentales.
Las pequeñas cosas enterradas en arena y ceniza,
en polvo y olvido.
Los detalles que acompañan a lo importante.
Lo que se olvida,
lo que no sirve,
pero es clave.
Un olor que acompaña a una mala sensación.
"¿Café por la mañana?".
El chiste malo que me dije a mi mismo mientras se me
rompía el corazón.
O la broma macabra que siempre pensé y no hice.
Los descartes,
los detalles,
minucias.
Las pequeñas cosas,
lo olvidado.
Lo dejado atrás,
lo descartado,
eso,
también sigue ahí.
En su dependencia mental, en su rincón,
oculto,
desterrado, pero quieto.
Y las divagaciones se conducen,
y toman la autopista de las ideas,
para dirigirse a la región de la autodeterminación.
Las teclas y el ratón llevan ventaja,
ellos y mis dedos ya sabían desde hace rato lo que
quería decir.
Ellos ya han escrito mi proceso,
y se dirigen a la idea.
Precisamente por el proceso,
recordaron lo que carecía de importancia,
para olvidar lo importante.
Para encontrar donde ya busqué,
y hallar algo nuevo.
Pues las sombras del reloj de sol de mi techo,
cesaron a la noche,
con el fresquito.
Ya no están,
si no las iluminas.
Cuando el humo cesa, los ojos focalizan y,
magia, ingenio e idea se abrazan,
el proceso se encauza.
Las sombras cesan.
Las pequeñas cosas dan valor a las grandes,
lo olvidado da importancia a lo recordado y,
las ideas cobran fuerza.
La música termina.
Las voces de mi cabeza se aúnan.
La discusión ha terminado.
El resultado no está claro,
pero estamos de acuerdo.
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