Carta al Fin
del Mundo
Y un hijo de puta ha robado a un país,
y varios,
sí, varios,
varios hijos de puta también.
Y un hombre condena al otro a la muerte,
y otro da vida,
y otro la ignora,
jugando a ser Dios,
pero siendo muy humano.
Un hombre mata a su mujer,
adiestra a sus hijos,
y se esclaviza en el trabajo.
Un pueblo odia a otro,
y lo encierra entre murallas,
y le roba hasta la esperanza,
y todos son personas.
Y un amigo ayuda a una mujer sólo en Noche Vieja,
y otro dedica su vida a los demás,
otro no avanza porque tiene miedo,
o sencillamente porque se niega a pisar los
cadáveres que dejan los demás.
Y todos son hombres; hijos de puta,
"dioses", xenófobos, ladrones, mentirosos....
Pero también son amigos; desinteresados,
trabajadores, valientes, buenos...
Es fácil dudar de los hijos de puta, y fácil creer a
los buenos,
es sencillo odiar a los humanos y querer a los
amigos.
Es normal perder la fe en las personas, pero es sano
tener fe en quien se quiere.
Así que, por mucho mal que me enseñen los humanos y
su mundo,
sé que en él viven mis amigos y que, casualmente,
también son humanos.
En un mundo de mal, nada vale más que creer en el
bien.
En conclusión: Se que los humanos hemos sido muy
malos este año, pero, querido Fin del Mundo, quiero pedirte que, aunque te
cargues la tierra, te dejes a mis amigos.
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