jueves, 10 de octubre de 2013

A la musa que yace en mi cama




A la musa que yace en mi cama


A la musa que yace en mi cama,
le debo el despertarme contento cada mañana.
Debo agradecimientos a más,
amigos, familia y a nada,
pero hoy me centro en la musa,
del otro lado de mi cama.
Naufragando en sábanas y colchas,
te encuentras sobre el colchón,
más dormida que despierta por norma general.
Te escribo a menos de un metro, mientras entre sueños, (qué me encantaría compartir)
balbuceas sin sentidos como de costumbre.
Y yo, como de costumbre, te miro con la sonrisa clavada,
de reojo,
medio de espaldas,
con la pantalla del ordenador iluminando fantasmagóricamente mi pecho.
Y te miro mientras, en sentido figurado, (y no tanto) se me cae la baba.
¡Y a ti! ¡A ti también se te cae la baba dormida como un bebé!
Un extraño bebé sensual capaz de despertar la más honda de las ternuras,
y la más ardiente de las pasiones
Un Etna,
un volcán en miniatura,
que babea entre balbuceos y leves ronquidos.
Y toda está orquesta y compás de sonidos de durmiente provienen de tu boca...
¡Tu boca! ¡Tantísimas cosas que decir de tu boca!
¡Tantas!
¡Qué difícilmente sabría por dónde empezar a adularla!
Pero sí que la puedo resumir en una característica que,
por encima de las demás me encanta.
Lo que más me gusta de tu boca,
musa mía que yace en la cama a mi lado,
es,
sin duda,
que tus labios tienen la maravillosa costumbre,
de besar los míos con frecuencia.




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