martes, 4 de noviembre de 2014

Capitán





Capitán



Ya no navega el barco del Capitán
en el aguacero de lagrimas de mis ojos.
La popa de mi barco,
encajada en un salón,
se va a pique.
Pues capitán debe quedarse en el barco,
cuando el barco se hunde.
Pero Capitán teme.
Ya no surcaremos los años,
velero,
salón,
y yo.
Verás el barco navegar en manos de otro capitán pues,
quien se hunde de verdad,
lo vea o no,
es el Capitán.
Y decir adiós a las cuatro paredes que fueron mi bote,
a nuestra balsa de dos,
o tres.
Tripulación pequeña,
familia,
ya caída.
Ahora, Capitán solo, no necesita ni bote.
Ahora,
Capitán triste, deja que su flota se sumerja.
¡Triste capitán!
Triste,
que se lamenta en el botín de los años de mar.
Triste Capitán,
triste navegante.
Que,
con el timón entre manos,
y con tu familia a bordo,
creíste indestructible el barco que era tu hogar.
Pero los cañones de oro que otros barcos llevan a la mar,
a cualquier bote,
esquife,
casa u hogar,
mandarán al fondo del mar.
Pues no fue mi barco de muchos tesoros,
los justos y quizá alguno más,
pero viajó al más raro mundo de todos:
Al reino de Felicidad.
Donde sólo los mejores botes,
con las mejores tripulaciones pueden llegar.
Y allí,
los tres juntos,
en nuestro barco: "Hogar",
hicimos nuestro último viaje a Felicidad.
Y a la vuelta,
antes de que los cañones del oro nos quebrasen la cubierta,
antes de que el Capitán dejase el barco,
allí os hundisteis una y otra;
La pequeña primero,
hermana y perra.
La segunda después;
amiga y madre.
Ahora,
yo,
capitán abatido,
de barco destruido.
Con el poco tesoro que nos quedó,
al volver de Felicidad,
me hundo,
mientras pienso;
¿Cuánto tardaré en alcanzaros?
Adiós mi tripulación,
adiós mi barco,
y adiós...
Pues, Capitán sin barco,
no es capitán.


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