O FORTUNA
Y no es casualidad que haga calor,
¿Cómo podría serlo?
Acaso hablamos de casualidades cuando vemos morir de
hambre,
acaso el hambre es casualidad.
No es por fortuna que llueve,
al igual que
no es la mano de Tyche la que anega campos y arrasa personas.
Suerte quizá, la que encontramos en la salida del
sol,
como la suerte que corre el desahuciado.
Hado, sino...
Destino del condenado a la silla eléctrica,
como destino es morir a las faldas de un volcán
activo,
o ser pobre entre pobres,
o hambriento entre Somalíes.
Afortunados los ricos, porque ellos tendrán más que
los pobres,
y no solo más dinero, si no vida y sino.
Pues, ¿qué destino queda cuando no queda suerte?
Azar de vida, de dados y cartas funestas,
de monedas a cara o cruz que siempre repiten
resultado,
de un "piedra, papel y tijera" sin
dedos...
Piedra...
Piedra...
Piedra, piedra, piedra...
¡Mierda!
¡Mierda de providencia que cuantifica la suerte!
Pues no encontrarás fortuna en comer arena sin pan
para llevar a la boca.
Ni suerte en la muerte.
Hado funesto de nacimiento, como el que nace con una
pistola en la boca del estómago,
o una daga en el alma.
Destino de mierda que nos envuelve, pues somos la
casualidad de miles de actos.
Somos su causalidad, pues lo justificamos como
Fortuna.
Afortunados bastardos que nos quejamos sin difteria,
tifus y cólera en nuestras venas.
Azar y suerte.
Suerte y azar...y piedra.
Pues somos las piedras de la causalidad y con ella
machacamos la casualidad.
Pues vivimos sometidos a la razón de la desgracia
ajena.
Los domadores de la Fortuna.
Aquellos que se hicieron creer a sí mismos que,
todo lo malo que siempre ocurrió,
nunca fue nuestra culpa.
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