Ganadores
Describir el sabor de la victoria es tan sencillo.
Una victoria no es un gran camino,
no es un infinito objetivo,
no es la lucha eterna.
Una victoria es una carcajada bañada en lágrimas,
la sonrisa en la desesperanza.
La búsqueda del "sí" tras cientos de "noes".
El levantarse sin motivo,
amar sin amor,
confiar sin confianza.
La lucha de cada mañana,
cuando todo está perdido,
cuando la derrota es costumbre,
eso,
es una victoria.
Porque ganar no es quedar por encima de nadie,
sino perdurar,
persistir,
continuar luchando,
cuando la vida quiere que caigas.
Una victoria es soñar,
en tiempo de sueños muertos,
tener fe sin interés,
en la época de la fe en los intereses.
Ganar,
vencer,
no es no caer derrotado,
si no,
tras haber perdido,
volver a remontar.
En la época de las máscaras sociales,
de los bíceps como sabiduría,
y la fe vendida al kilo,
ganar es ser cada día uno mismo,
sin necesidad de aparentar,
sin necesidad de dejar de ser.
Por eso la victoria no tiene color dorado,
por eso nos la venden como derrota,
porque nuestra victoria de cada día,
en plena época del dinero,
puede salirnos gratis.
En la época de los ideales muertos,
los soñadores que luchan son los ganadores.