El día del adiós
El día que diga adiós llegará.
Seguramente antes que pronto y,
más pronto que tarde.
El día que el adiós llegue recordad;
recordad que fui grande,
aunque solo fuera por hincharme de aire cual pez
globo.
Recordad que fui dragón,
aunque quemase poco más que mis cigarrillos.
Recordad, que fui amigo,
camarada,
compañero,
amor,
amante,
leal confidente,
o aliado de fechorías.
Recordadme beodo,
y templado.
Sobrio y alado.
El día que diga adiós llegará,
y me recordaréis con llantos,
pero no olvidéis recordarme con letras,
siempre me gustaron más,
y se limpiaron mejor.
Pues no quiero que os amargue el día que llegue mi adiós,
(a quien le amargue, claro está),
no quiero,
quiero veros enjuagados en lágrimas,
pero quiero veros sonrientes,
satisfechos,
llenos de nosotros,
orgullosos de mi.
El día del adiós llegará,
y no será dentro de tanto,
pero habrá tanto de lo que despedirse,
tanto,
que lo haremos con los ojos y los textos,
nos ahorraremos las palabras y,
las cambiaremos por abrazos.
Pues el día el adiós nos dejará fríos,
me dejará helado,
pero habrá calor que recordar,
pues donde se apague mi llama quedará el calor de
nuestro fuego.
El día que el adiós se avecine,
reiremos y bailaremos,
porque un día,
aunque sea ese,
nos lo mereceremos.
El día que diga adiós llegará,
pronto,
pero antes me dará tiempo a sembrar;
sonrisas,
amigos,
amores,
corazones.
Adiós llegará y
lo diré por escrito.
Lo diremos con poemas,
versos,
ojos,
manos...
El día que diga adiós llegará,
y me cogerá con una fría sonrisa en el rictus,
y un corazón muerto cargado de amor.
Recordadme frio, recordadme muerto, recordadme
amigo,
amante o leal confidente,
recordadme triste o sonriente,
recordadme en palabras,
o incluso entre dientes,
recordadme frío, recordadme fuerte.
Recordadme solo.
Solo...
Recordadme.