miércoles, 4 de septiembre de 2013

El día del adiós






El día del adiós



El día que diga adiós llegará.
Seguramente antes que pronto y,
más pronto que tarde.
El día que el adiós llegue recordad;
recordad que fui grande,
aunque solo fuera por hincharme de aire cual pez globo.
Recordad que fui dragón,
aunque quemase poco más que mis cigarrillos.
Recordad, que fui amigo,
camarada,
compañero,
amor,
amante,
leal confidente,
o aliado de fechorías.
Recordadme beodo,
y templado.
Sobrio y alado.
El día que diga adiós llegará,
y me recordaréis con llantos,
pero no olvidéis recordarme con letras,
siempre me gustaron más,
y se limpiaron mejor.
Pues no quiero que os amargue el día que llegue mi adiós,
(a quien le amargue, claro está),
no quiero,
quiero veros enjuagados en lágrimas,
pero quiero veros sonrientes,
satisfechos,
llenos de nosotros,
orgullosos de mi.
El día del adiós llegará,
y no será dentro de tanto,
pero habrá tanto de lo que despedirse,
tanto,
que lo haremos con los ojos y los textos,
nos ahorraremos las palabras y,
las cambiaremos por abrazos.
Pues el día el adiós nos dejará fríos,
me dejará helado,
pero habrá calor que recordar,
pues donde se apague mi llama quedará el calor de nuestro fuego.
El día que el adiós se avecine,
reiremos y bailaremos,
porque un día,
aunque sea ese,
nos lo mereceremos.
El día que diga adiós llegará,
pronto,
pero antes me dará tiempo a sembrar;
sonrisas,
amigos,
amores,
corazones.
Adiós llegará y
lo diré por escrito.
Lo diremos con poemas,
versos,
ojos,
manos...
El día que diga adiós llegará,
y me cogerá con una fría sonrisa en el rictus,
y un corazón muerto cargado de amor.
Recordadme frio, recordadme muerto, recordadme amigo,
amante o leal confidente,
recordadme triste o sonriente,
recordadme en palabras,
o incluso entre dientes,
recordadme frío, recordadme fuerte.
Recordadme solo.
Solo...

Recordadme.

In the Desert






In the Desert



En pos del mercader de caminos.
En mi senda sobre la arena, sobre caminos borrados por el viento.
Recorrí playas húmedas en llanto en la primavera de esta siembra,
buscando, entre castillos de arena recuerdos de acero.
Con los pies mojados y las manos atadas en dedos,
abrazadas en palmas a mis almas gemelas.
En un mar yerto, habitado por mareas de tiempo,
por olas que borran pasados,
torres inalcanzables en la lejanía.
Arena,
polvo,
ceniza,
páramos grises,
y playas desiertas,
y por fin,
desierto.
Allá donde la arena no moje mis pies,
donde no me humedezca los ojos el caminar,
lejos,
donde las dunas adornan el horizonte,
y las palmeras florecen donde llovía ceniza,
en la tierra en la que la arena calienta,
quema,
donde vagar entre silencios no será navegar en vacíos,
un templo en forma de mezquita, de zoco, de minarete,
un templo, de aire, sol y arena.
Un lugar sobre la arena,
pero esta vez sobre una arena cálida.
Busco encontrar un camino, en manos de un mercader,
a la orilla de un desierto,
entre dunas,
mareas secas y,
soplos de viento.
Allá donde se detiene el tiempo.